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martes, 2 de junio de 2009

Australia: lugar de animales ponzoñosos

Puede representar un auténtico paraíso natural para los aventureros, pero también un lugar de miedo si usted sufre de fobia a los animales ponzoñosos

Observar al pequeño arácnido deslizando sus ocho patas sobre la sala de mi casa y correr a coger un vaso para atraparlo fue un mismo acto; aunque era la primera vez que observaba vivo a uno de estos nada simpáticos animalillos poseedores de un par de habilidosas pinzas y una cola altamente ponzoñosa, no fue nada difícil identificar a qué orden de artrópodos pertenecía el invasor que exploraba tan orondamente los suelos de mi morada en la paz de la medianoche. “Tityus trivittatus”, o alacrán de tres bandas, se cataloga como la más venenosas de las dos subespecies de escorpiones encontradas comúnmente en este lado del continente.

Probablemente, las neurotoxinas de su doble espolón no sean capaz de matar a un adulto sano, pero niños, mujeres y ancianos seguramente encontrarían un fin cruento bajo el efecto de su picadura.

Aguas turbias

Sin embargo, la increíble biodiversidad de animales ponzoñosos arraigados en la gran Australia, probablemente dejaría como cosa de risa la psicosis “post-escorpiónica” que contraje luego aquel encuentro nocturno con el trivittatus.

Como si de un gran plan premeditado se tratase, la isla mayor de Oceanía alberga 8 de las 10 serpientes más venenosas del planeta, escorpiones, arañas, animales ponzoñosos costeros, marinos, y terrestres. En pocas palabras la Australia salvaje, la tierra del canguro, constituye un verdadero paraíso para especies ponzoñosas de todo calibre.

Un perfecto ejemplo de ello lo constituye la “avispa marina”; considerado como el animal más venenoso del mundo; sus sesenta largos tentáculos son capaces de dar un “roce de la muerte” a cualquier bañista desprevenido que haga caso omiso en los meses de verano a las advertencias enclavadas en la arena por el gobierno australiano. Solo un miligramo y medio de la ponzoña de este tipo de agua viva podría matar a cualquier ser humano adulto, y las precauciones para auxiliar a un desdichado que se haya topado con una de estas, incluyen no remover a mano desnuda ningún tentáculo o porción de agua viva que pudiera encontrarse sobre el cuerpo de la víctima, e incluso ni siquiera tocar la parte de la victima afectada por el roce de la avispa. Generalmente, transcurridos solo 3 minutos del roce con un agua viva, la victima entra en un paro cardiorrespiratorio. Anualmente, esta especie es responsable de más muertes que todos los demás animales marinos juntos. Para prevenir malos momentos, los bañistas recomiendan sumergirse solo con traje de neopreno, manteniendo la cabeza fuera del agua.

Bastante más pequeña, pero no menos escalofriante, la irukandji o “medusa asesina”, es tan minúscula que su toxicidad parece jugar un tragicómico contraste con su tamaño. Sus tentáculos pueden llegar a medir unos 80 centímetros de largo y su cuerpo no supera los 2 centímetros de diámetro, por lo que verlos a simple vista es muy difícil. Al contrario del caso de la avispa marina, en la que las víctimas suelen salir gritando del agua, para sucumbir en la arena, los ataques de irukandji presentan síntomas que se dilatan durante horas y días, confundiéndosele muchas veces con patologías propias del humano. La medusa asesina es una especie con muy poco conocimiento, debido a que su presencia fue confirmada hace solo unos pocos años.

El pulpo de anillos azules, aparte de ubicarse entre los primeros tres lugares de animales más ponzoñosos de la Tierra, es otro claro ejemplo de que los colores más vivos y más hermosos de la fauna solo pueden indicar una cosa: peligro. El animal, como su nombre lo indica, se encuentra completamente adornado de anillos azules fluorescentes, y aunque suele huir del humano, una sola mordida de sus fauces llevaría a la persona más fornida hacia el mundo de las sombras. El pulpo de anillos azules, suele habitar en la Gran Barrera de Corales australiana, uno de los espacios con mayor biodiversidad del océano.

Y si de dar un paseo por la playa se trata, lo más aconsejable es llevar un par de buenos zapatos, ya que la ponzoña del temido pez piedra, el cual es un experto en camuflaje sobre el coral, suele ser cuando no mortal, uno de los dolores más intensos que pueda soportar un ser humano. La estructura cristaloide de las moléculas de su defensa, activa tantos receptores del dolor que el pez piedra es considerado el más venenoso (y doloroso) entre todos los peces del océano. Generalmente, la herida del pez piedra suele tardar meses en cicatrizar, y puede continuar evocando dolor en momentos frecuentes durante toda la vida del afectado. En realidad, el veneno del pez piedra suele provenir no de su boca, sino de aguijones proyectados sobre su aleta dorsal, la cual es frecuentemente pisada con el pie desnudo en las playas de Australia. Un viejo mito de los nativos del pacífico dice que ante la picadura del temido pez, lo más aconsejable es sumergir la parte afectada en gasolina hirviendo. Esta creencia podría tener un soporte científico, si se considera que la inmersión de la parte afectada en agua muy caliente puede desnaturalizar el veneno. Sin embargo, el dolor de una picadura de pez piedra y el de una quemadura por gasolina hirviente conforman una estremecedora paradoja.

Dos parientes igualmente respetables del famoso pez piedra, son los llamados “pez escorpión” y “pez león” que se encuentran dentro de la misma familia que el primero y los cuales pueden parecer un manojo blanquinegro o pardo claro de algas arrastradas por la corriente, pero cuyas espinas son capaces de causar más de un susto cuando estos actúan en defensa.

Otro curioso caso de animal que se debe evitar pisar al andar por los arrecifes de casi todo el mundo, es el caracol de concha marmórea, cuya apariencia inocente hace un terrible contraste contra el pronóstico de su picadura: la muerte. Su probóscide, prolongación que se extiende más allá de la concha, posee un diente afilado, por el cual se expele una toxina capaz de paralizar instantáneamente al cuerpo, y causar la muerte por parálisis respiratoria en pocos minutos.

Prácticamente un símbolo de Australia, otra de las características que se suman a las curiosidades del famoso ornitorrinco, son los espolones venenosos que ocultan en sus patas traseras. Aunque probablemente no tienen la potencia para ocasionar la muerte, su pinchazo se caracteriza por su extremo dolor.

Los ríos y canales tampoco se encuentran exceptuados del peligro. Las manta rayas, animales de naturaleza pacífica, pueden ofrecer un lado violento cuando presienten amenaza, revelando un poderoso aguijón, mas corto que su cola blanda, capaz de inocular un veneno doloroso, y en ocasiones mortal, tal como fue demostrado en el funesto caso de Steve Irwin, activista y ecoambientalista australiano conocido como “cazador de cocodrilos”.

La vida en una mordida

Hablando del “Top Ten” de los más venenos en el planeta, aparte de hallarse en cada océano del planeta, la serpiente marina no se excluye de las aguas australianas y no necesita mucha más presentación: es la serpiente más ponzoñosa del mundo.

Continuando con las serpientes, la más venenosa de los cinco continentes, la serpiente de Taipán, es dueña y señora de la zona centro-oeste de la isla. No solo ostenta el podio entre las serpientes, sino entre todos los animales terrestres. Una sola gota de su veneno podría terminar con la vida de una docena de adultos, y generalmente unas pocas horas le bastan para hacer que uno cierre los ojos para siempre. La ponzoña de una mordida de una cría de taipán, es suficiente para matar nada menos que a 100 hombres. Como en una muerte dantesca, el veneno de la taipán no solo no deja que la herida coagule, sino que destruye rápidamente los tejidos internos de la victima, que presenta vómitos y orina con sangre.

Muy de cerca a la serpiente de Taipán, se encuentran la culebra marrón y la culebra tigre. Si continuamos la lista, aún las tres serpientes más venenosas del mundo siguientes se encuentran aún en la gran isla de Oceanía.

Un peligro latente ya no solo en las áreas salvajes sino también en las ciudades, son tres clases de arañas de las más ponzoñosas del mundo: la araña tela de embudo, araña espalda roja y araña cola blanca. El veneno de la primera puede llegar a matar a una persona en tan solo 15 minutos, y la segunda es de la familia de la temida “viuda negra”, conocida por el gran número de muertes causadas anualmente.

Hasta en las plantas

No solo en animales termina el veneno; algunas especies vegetales también han desarrollado este sistema de defensa a lo largo de milenios; un ejemplo de esto son el árbol Macrozamia Moorei, distribuido a lo largo de todos los parques nacionales australianos o el fruto de la Macrozamia, una suerte de ananá, rebosante de toxinas, y además cancerígeno. En este último caso, solo los nativos se atreven a ingerirlo, tras un proceso que requiere dejar al fruto en agua durante una semana y tostarlo en fuego.

A todo esto, que no es poco, Australia aparenta ser un auténtico paraíso de la fauna venenosa; de hecho, la única especie de ave venenosa, el pitohui encapuchado, tiene su hábitat en la región de Nueva Guinea, a tan solo unos kilómetros de la isla. Puro azar o suerte de predestinación, la gran isla del Pacífico alberga una biodiversidad única de faunas ponzoñosas y no ponzoñosas. Caminar por sus tierras salvajes, requiere un grado especial de atención; sumergirse en sus aguas, es todo una osadía.

Mientras tanto, sugestionado tal vez por las diversas lecturas y aquel encuentro nocturno con el minúscula alimaña, cada noche y desde hace poco, mi mirada se concentra cada vez más en el suelo de la casa entera, en busca de cualquier invasor indeseado capaz de atreverse a alterar la calma que reina sobre nuestras cabezas, ya sea con dientes, con pinzas, o con coletazos.


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