En los orígenes de la epidemia actual de drogas se encuentra el Imperio Británico y sus bancos.
Alfredo Embid
Actualmente la producción de opio está deliberadamente concentrada en Afganistán, pero no siempre fue así.
Si preguntas a la gente cual es el origen histórico de la drogadicción a los opiáceos la mayoría contestarán que China.
Pero se equivocan.
El opio sale de la planta – papaver somniferum album, conocida como adormidera y de la que se extrae la morfina y la heroína. El opio se conoce en China hace milenios, ya es citado en la 1º farmacopea, en el año 2000 antes de JCconsiderada como la más antigua de la humanidad1. Aunque su uso médico está descrito en textos chinos mucho más antiguos que se remontan al siglo VIII antes de J.C., como reconoció la Comisión Real del opio en uno de sus informes2. La medicina china, lo utilizaba por sus propiedades terapéuticas (que aún seguimos empleando en forma de productos derivados como la morfina o la codeína), fundamentalmente como medicina o para aliviar los sufrimientos ligados a la vejez.
Realmente el comercio de la droga empezó en el siglo XVI y no lo emprendieron los chinos si no los portugueses y los holandeses que transportaban el opio desde la India e Indonesia donde se cultivaba.
De forma que en 1659 el comercio del opio seguía en importancia al de las especias y en 1750 los holandeses cargaban más de 100 toneladas anuales de opio en Indonesia.
No eran solo los beneficios lo que les interesaba en el tráfico de opio, era “un medio útil para quebrantar la resistencia moral de los indonesios que se oponían a su sistema de hacienda, semiservil pero cada vez más rentable”3.
Pero la producción y el tráfico a nivel masivo fue orquestada por el Imperio Británico a partir de su colonia: India.
En la India contrariamente a lo que comúnmente se piensa no había hambre antes de la invasión británica. El principal motivo del hambre en la India fue que las compañías británicas destruyeron su agricultura de subsistencia y también su industria, especialmente la textil.
Los hindúes fueron obligados a abandonar el cultivo de productos básicos, incluyendo los alimentos, y a sustituirlos por cultivos para exportar a Inglaterra como el té y también el opio bajo la explotación de las compañías británicas4.
Inglaterra implantó el cultivo masivo del opio especialmente en la región India de Bengala, que hoy es Bangladesh, desde 1757.
La India fue administrada y prácticamente gobernada por la compañía British East India Company (BEIC – British East India Co.) que abrió una oficina en Cantón en 1715 y comenzó a inundar el país con el opio bengalí. Esta ciudad y su puerto era la única plaza comercial internacional que China permitía a los occidentales.
Hasta entonces Gran Bretaña compraba productos a China como especias, seda y té, que pagaba en plata puesto que los chinos no tenían interés en sus mercancías europeas y despreciaban sus “modales bárbaros”. Uno de los motivos de introducir el opio, pero no el único, era compensar la desequilibrada balanza comercial inglesa.
En 1783 el primer ministro británico Lord Shelbourne desarrolló hasta tal punto el negocio de la droga que lo convirtió en una de las principales fuentes de beneficios para la Corona británica, y naturalmente se establecieron sólidas alianzas con las familias más poderosas: Matheson, Kesswick, Swire, Dent, Baring, Rothschild, y sus instituciones Jardine Matheson, Chartered Bank, Peninsular and Orient steam Navigation Co., etc.5
De modo que el tráfico de opio se convirtió prácticamente en la política oficial de los bancos y la Corona Británica.
China intentó resistirse a la introducción del opio en el país por las compañías inglesas pues sabía que era un caballo de Troya y que el imperio tenía intenciones de extenderse y dominarla. En este contexto el opio era ya considerado acertadamente como un arma de guerra, y la opiomanía que generaba, una forma de debilitar la resistencia a la penetración del imperio británico que era perfectamente consciente de ello: “no hay el menor motivo para temer que China se convierta en potencia militar de importancia alguna, ya que el vicio agota las energías y la vitalidad de la nación”6.
En 1799, China reafirmó su prohibición de importar opio, pero las compañías británicas hicieron caso omiso y siguieron haciéndolo en mayor cantidad. En 1830 el número de cajas de opio exportadas a China se cuadruplicó (18.956) y el opio había llegado ya a ser el artículo más importante del comercio internacional7. En 1836 el número de cajas de opio exportadas a China sobrepasó las 30.000.
En 1838, las autoridades chinas impusieron legalmente la pena de muerte a todos los comerciantes y traficantes de opio chinos, pero no a los británicos. Lin Tse-Hsu comisionado del emperador para el opio, escribió a la reina Victoria de Inglaterra preguntándole si “permitiría la importación a su propio país de una sustancia tan venenosa y le pidió prohibir a sus súbditos traerla a China”.8 Por supuesto la carta no surtió el más mínimo efecto.
En 1839, las autoridades chinas se negaron a seguir permitiendo las importaciones ilegales de opio a las compañías inglesas. El emperador envió a Cantón a Lin Tse Hsü, para acabar con la penetración desastrosa del opio. El emisario imperial exigió la entrega de todo el opio almacenado y puso sitio al enclave europeo. A las seis semanas de asedio, los mercaderes capitularon. Se quemaron todos los depósitos de opio y los traficantes británicos fueron expulsados de China.
Esto sirvió de excusa al gobierno británico que inmediatamente le declaró la guerra a China y envió desde la India su fuerza naval. El origen de la guerra, como de hecho lo es para la gran mayoría de las guerras, fue económico, se trataba de proteger su lucrativo negocio del opio y seguir debilitando a la población china convirtiéndola en adicta para de someterla más fácilmente.
En 1841 Lord Palmerston, primer ministro británico, en un memorando al gobernador de la India había afirmado: “…debemos intentar sin pausa encontrar en otras partes del mundo nuevas aperturas para nuestra industria (del opio)… Si nuestra expedición china tiene éxito, Abisinia, Arabia, los países hindúes y los nuevos mercados de China permitirán en un futuro no lejano la ampliación de nuestro comercio exterior”9. Pero los planes británicos iban más lejos y apuntaban también a América, como veremos.
La flota de guerra británica se apoderó de Shanghai y remontó el Yangtsé hasta Nanking. China perdió la guerra, se vio forzada a firmar el Tratado de Nanking (1842) y abrió las puertas a los comerciantes de opio declarado “artículo de comercio legítimo”. China pagó 21 millones de libras en plata y tuvo que aceptar que el puerto de Hong Kong fuese gobernado por los británicos, declarándolo “puerto libre”.
Libre desde luego para convertirse en el centro mundial del tráfico de drogas para beneficio del imperio comercial británico. Además otros cinco puertos, incluyendo el de Shanghai, se abrieron al libre comercio lo que aumentó la explotación económica del país.
Lord Palmerston confirmó la importancia de haber ganado la guerra para la narco-economía.
“No hay duda que este acontecimiento, que conformará un hito en el progreso de la civilización de las razas humanas, concede las ventajas más importantes para los intereses comerciales de Inglaterra”10.
Una flota invasora franco británica fue derrotada en Taku en 1859. En Europa se orquestó una campaña de propaganda demonizadora de China, siempre conveniente antes de empezar una guerra, y Lord Palmerston declaró que “había que darles una lección a esas pérfidas hordas” que habían tenido la osadía de defender su país. Gran Bretaña junto con Francia invadió Pekín el año siguiente y dieron muestras de su refinada civilización saqueando la ciudad, quemando sus templos y santuarios. En esta Segunda Guerra del Opio de 1860 China también fue derrotada. El emperador se vio obligado mediante el tratado de Tientsin a aceptar incluso el estacionamiento de tropas extranjeras en su capital, además de ceder totalmente Hong Kong y Macao a los británicos y de abrir otros 10 puertos.
La pequeña isla de Hong Kong ya había sido utilizada desde hacía años como embarcadero para el tráfico de opio. El puerto “libre” de Hong Kong, en realidad fue creado para ser el eje del libre tráfico de drogas de Gran Bretaña y así se mantuvo durante más de un siglo.
En 1860 los británicos fundaron el Shanghai Honk Kong Bank of Commerce (HSBC) para gestionar los suculentos beneficios de su tráfico mundial de opio.
Las compañías británicas consiguieron controlar la mayor parte del comercio del opio en el país y lo duplicaron nuevamente hacia 1880, mientras extendían la droga por todo el mundo abriendo nuevos mercados en nombre del liberalismo económico.
Pero el opio no era su única mercancía criminal, otra fuente de ingresos de los británicos era el tráfico humano.
Desde 1840 las compañías inglesas que traficaban con esclavos negros africanos introdujeron en la costa oeste de Estados Unidos cientos de miles de chinos pobres que en realidad eran trabajadores esclavos adictos al opio, los coolíes. Los británicos lo llamaron “tráfico de puercos”.
Los banqueros ingleses establecieron relaciones con los banqueros norteamericanos y se siguieron importando cantidades crecientes de esclavos chinos; sólo en el año 1846 se calcula que entraron 117.000 coolíes con 230.000 libras de goma de opio y 53.000 libras de opio preparado para ser fumado11.
Aunque en 1862 el presidente Lincoln prohibió el tráfico de coolíes, este continuó hasta el siglo XX. Un buen ejemplo de que los intereses de los banqueros ya predominaban sobre las decisiones de los políticos y lo mismo sucedía en Inglaterra. Por ejemplo, Beeching menciona en su libro que con el dinero del opio y el apoyo de la monarquía británica, Lord Shelbourne“compró en 1873 el Parlamento Inglés íntegro”12.
En 1875, en Estados Unidos las estadísticas oficiales calculaban que había ya 120.000 norteamericanos adictos al opio, además de los miles de coolíes chinos13.
Hacia 1885, los banqueros británicos habían conseguido que el opio llegase a ser una de las mercancías más valiosas que circulaban por el comercio internacional14.
Sin embargo los chinos a pesar de haber perdido las dos guerras del opio, no se sometieron y hubo continuas revueltas contra la ocupación colonial, a la que se fueron sumando otros países.
Guerrero boxer 1900
La más importante duró desde noviembre de 1899 hasta el 7 de septiembre de 1901. Fue una revolución de campesinos chinos contra las concesiones a los extranjeros. Se la conoce como «Levantamiento Yìhétuán Qǐyì, “los puños rectos y armoniosos” o en Occidente como el levantamiento de los boxers (boxeadores) por su entrenamiento en las artes marciales.
Representación de la coalición. Impresión japonesa de 1900.
Inglaterra, en esta última guerra contra los nacionalistas chinos, recibió ayuda de una coalición formada en orden de importancia por japoneses, rusos, británicos, franceses, estadounidenses, alemanes, italianos, austro-húngaros, y portugueses de modo que finalmente los boxers fueron aplastados. En un año entre 50.000 y 100.000 rebeldes fueron muertos durante la represión de la insurrección.
Occidente impuso a China «reparaciones» muy elevadas por las guerras que él mismo había causado y desangró su maltrecha economía. La base económica y financiera del desarrollo del país fue aniquilada.
En 1900 el 56 % de Asia era ya una posesión colonial, que se sumaba al 90 % de Africa15.
El saqueo perpetrado en Asia siguió al cometido en Africa y América latina empobreciendo a sus habitantes y dejando millones de drogadictos.
No olvides que el “mundo occidental desarrollado” lo está gracias al robo sistemático de recursos en todos los continentes que permitió su industrialización.
En 1905 se produjo la primera reacción internacional contra la expansión de la drogadicción fomentada por Inglaterra; se firmó en La Haya una tímida convención para intentar controlar la introducción de opio en Occidente. Perolos británicos la boicotearon con éxito y siguieron con su lucrativo negocio creando un floreciente mercado no declarado, y con otras artimañas, como por ejemplo pedir en 1911 como garantía de sus préstamos bancarios a Persiasus ganancias del opio.
En 1923 se presentó a la Comisión del Opio de la Liga de las Naciones (la organización que luego se convertiría en a ONU) una propuesta para reducir un tímido 10% de la producción y del consumo del opio. La tradicional oposición de Inglaterra hizo que se rechazara y que los delegados estadounidenses y chinos abandonaran la sesión. Solo se acordó crear un Consejo central de narcóticos que se limitaría a reunir información y que fue calificado como “la junta de contrabandistas”16.
En 1927 los británicos seguían obteniendo oficialmente al menos el 20% de sus ingresos coloniales del Lejano Oriente del tráfico del opio17. Pero esta cifra probablemente era falsa.
El opio inglés siguió abriéndose paso en Occidente produciendo millones de adictos y un desastre social que persiste hasta nuestros días en su forma más tóxica: la heroína.
No es pues aventurado afirmar que la gloria del imperio británico y la prosperidad de sus élites se basa en gran parte en el narcotráfico del que tienen el honor de ser sus primeros beneficiarios.
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