Maravillas del Tíbet

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sábado, 18 de abril de 2009

Los límites del cuerpo humano

“El infinito es el límite”
Máxima anónima

Despertar a mitad de la noche mientras sus piernas aún continúan corriendo no es algo nuevo para Dean Karnazes, más conocido como el “Hombre Ultramaratón”. Las limitaciones físicas que impiden a un simple mortal correr sin fatiga durante horas, parecen haber sido eliminadas por completo para el hombre capaz de realizar carreras de más de 300 kilómetros sin apenas detenerse. Es que simplemente, Dean Karnazes come mientras corre, orina mientras corre y duerme mientras corre.
Wim Hof, también conocido como “El hombre de hielo”, es capaz de llevar su organismo a soportar fríos tan extremos, que sobrepasa por mucho los límites que la mayoría de las personas soportarían antes de entrar en una hipotermia severa. Hof es capaz de correr descalzo y semidesnudo más de veinte kilómetros a temperaturas de 15º bajo cero, y es capaz de nadar bajo una capa de hielo de medio metro de espesor como si de un oso polar se tratase; escaló sin ropas el Mont Blanc y piensa conquistar de igual forma la cima del Everest. Al igual que Dean Karnazes, Wim Hof rompió muchos record mundiales, y piensa continuar haciéndolo.
Pero, por supuesto, hasta el mismo Karnazes tiene un límite más allá de la ilusión de invencibilidad que puedan provocar sus piernas; el “Hombre de hielo” tampoco se encuentra exento de peligro en determinadas pruebas donde la duración, el grado de frío o ambas, se combinan más allá de lo aguantable.
Entonces ¿existen realmente límites a la capacidad de tolerancia de un organismo humano ante una hostilidad externa? ¿Qué determina tales límites? ¿Fenómenos como el “hombre de hielo”, nacen o se hacen?
Comer, beber, dormir o respirar son acciones indispensables para la supervivencia de cualquier humano corriente, aunque en claros ejemplos ya descriptos (ver primera parte) tales limitaciones fueran realmente superadas por sujetos excepcionales. No obstante, cuando el cuerpo es sometido a castigos variados que desafían la capacidad de adaptación a nuevas circunstancias (deshidratación, quema de energía, frío polar) los límites parecen pertenecer a otro tipo de naturaleza.

Frío, Calor, Dolor

Cuando la homeostasis, o capacidad para mantener un organismo en equilibrio, se ve comprometida por variaciones de temperatura, el organismo se vale de una gama de recursos para conservar al cuerpo en el estrecho rango de los 36,5 a 37,2 grados centígrados. Aún cuando los calores son tan extremos como los 60 grados ambiente que una persona puede soportar antes del colapso, la homeostasis permanece casi intacta.
Sin embargo, cuando las condiciones se ponen tan severas, la temperatura interna no tarda en alterarse. Cuando la temperatura corporal haciende a los 39º C (pirexia) la taquicardia, el sudor y otras manifestaciones se hacen evidentes; cuando llega a 42º C el organismo puede entrar en coma, o síntomas aún más peligroso; a los 44º C la muerte es inevitable (aunque se hayan registrado supervivencias luego de los 46º C).
Del mismo modo, la alteración del medio interno por frío comienza a darse a temperaturas externas por debajo de los 12º C bajo cero, aunque haya personas que soporten anualmente mas de 40º C bajo cero en algunas regiones de Rusia. Para este caso, los síntomas corporales se manifiestan apenas se baja al rango de los 35 grados de temperatura interna. Más allá de eso, a solo 33º C, se comienzan a producir bradicardias severas, adormecimiento, pérdida de reflejos y mareos; a los 31º C el estado de coma es prácticamente asegurado, y a menos de 26º C la muerte es muy probable, aunque la recuperación del estado de congelación es mucho más factible que por golpes de calor y haya casos de supervivencia más allá de los 14 grados de temperatura.
Sin embargo, la conocida habilidad de los yoguis hindúes y personas como Wim Hof o Dean Karnazes (capaz de correr kilométricas maratones en clima desértico) no consiste en tolerar la alteración de la homeostasis, sino justamente en mantenerla a todo coste. “Luego de experiencias en el entrenamiento, encontré que tenemos un termostato en la cabeza” comenta el hombre de hielo, quien permaneció en bañera llena de hielo durante el lapso de una hora y doce minutos. “Yo sé cómo regularlo; no con las manos, sino con mi mente”.

El factor mental parece ser el factor común cuando Wim Hof, un yoghi o un Navy Seal estadounidense explican la capacidad de soportar temperaturas extremas. A la hora de correr como una máquina, Dean Karnazes también explica que “la fuerza mental se convierte en algo tan importante como la física”
En el caso del dolor también existen límites que, en el caso de algunas personas, simplemente han dejado de existir. Para los que padecen del trastorno llamado CIPA (Insensibilidad congénita al dolor con anhidrosis) el sufrimiento físico representa una dimensión desconocida, ya que una rara mutación genética impide la formación de los nervios encargados del dolor. Una caída, una quebradura o una herida grave, representan a los enfermos de CIPA una preocupación por su integridad física más que un dolor. De hecho, un gran número muere debido a heridas o infecciones internas que no supieron detectar por un medio tan necesario como es el dolor. La sensibilidad al frío o al calor también se encuentra anulada, por lo que la mayoría de los enfermos de CIPA muere de fiebre antes de los tres años.
Pero a la hora de entrenar la mente contra el sufrimiento, los practicantes del “qigong duro” aparentan ser los maestros en dominar las artes del dolor. Años de entrenamiento y golpes de palma al agua, arena y roca forjan espectaculares capacidades para dar o recibir golpes de violencia extrema sin sufrir el más mínimo rasguño. Sin embargo, las habilidades aún más elevadas son reveladas por aquellos monjes que cultivan la calma interna prioritariamente a las artes marciales.

Los auténticos límites

Nombres como Usain Bolt o Michael Phelps pueden representar la superación de los límites a los que el físico humano se encuentra ligado. La raza humana corre cada vez más rápido, levanta cada vez más peso y salta cada vez más alto. Pero los límites físicos naturales que representa la anatomía se hacen cada vez más difíciles de superar. Por más entrenamiento que un levantador de pesas pueda desarrollar, un simple tendón muscular dictará el límite de cuanto puede alzar el deportista antes de que éste se corte; por más esmero que un corredor aplique, las piernas humanas jamás podrán superar el límite de los 9 segundos para los 100 metros llanos.
Asimismo, existen fríos imposibles de superar para Wim Hof, y distancias exageradas para Dean Karnazes. La razón de los límites humanos podría ser tan simple como que el cuerpo físico está sujeto a las mismas normas que cualquier otro cuerpo universal. Sin embargo, si el organismo pudiera romper con las dimensiones de la física, los límites podrían ampliarse, cuando no eliminarse. En este caso, las imposibilidades científicas, como el ayuno del niño buda tibetano o la levitación de los monjes chinos, podría empezar a estudiarse como una ciencia aparte.

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